Escribe María Victoria López
Si algo nos dejó dos años de pandemia, encierro y mucha virtualidad, fue la posibilidad de acercarnos a materiales y artistas por fuera del terreno más inmediato. Tal fue el caso al toparme con la obra de la coreógrafa española Sol Picó “We Women” (o Nosotras mujeres (1). Género, inmigración, racismo y, obvio, movimiento, son los ejes de esta pieza escénica, disponible online (2), que se analizará a continuación.
Sobre la coreógrafa:
Sol Picó, coreógrafa y bailarina se formó en danza clásica, española y contemporánea, tanto en su país natal, como en Francia y Estados Unidos. La confluencia de lenguajes se puede apreciar tanto en la obra a analizar como en otras de sus producciones donde se entrelazan estos lenguajes, pero teniendo una premisa contemporánea. Ella misma declara que por este bagaje ha desarrollado un flamenco con puntas que, sin pretenderlo, se ha convertido en su sello personal que algunos llaman “un lenguaje propio”.
Su trabajo lo realiza desde su propia compañía que crea en 1993. Algunos de los temas que aborda son el género, la inmigración, el fracaso, el poder o experiencias humanas como el miedo, el amor y el desamor. Muchas veces con un tinte descabellado y tragicómico, ha creado más de 30 espectáculos, donde se combina el teatro de sala con grandes producciones de calle. A nivel docente ha dictado talleres en la Universidad Carlos III, la Academia Nacional de Danza de Roma y distintos Conservatorios Superiores de Danza.
Ha sido multipremiada en eventos de artes escénicas, por el público y recibió el premio Nacional de danza de la Generalitat de Catalunya y del Ministerio de Cultura.
Sobre la obra:
La obra se estrenó el 6 de julio de 2015 en el Mercat de les Flors de Barcelona en el marco del Festival Grec de ese año. Tiene una duración de 60 minutos.
La misma es un proyecto colaborativo sobre la mujer contemporánea. El reparto de intérpretes está conformado por la reconocida Minako Seki, Julieta Dossavi, Shantala Shivalingappa y la propia Sol Picó. En escena confluyen las distintas bailarinas y coreógrafas donde compartirán inquietudes sobre el rol de la mujer en la sociedad actual. Este grupo de mujeres provienen de culturas muy distantes: Japón, España, India y Francia. Así se reúnen colectivamente para ampliar el horizonte y la mirada del mundo actual, reflexionando, compartiendo y bailando, ya que la danza es la herramienta para catapultar este anhelo. Como solistas las intérpretes van a manifestar la herencia africana de una por un lado, el trabajo de Butoh por otro, las danzas clásicas indias y el flamenco y el clásico en otro, pero todo enmarcado desde un lenguaje contemporáneo. La riqueza de lo contemporáneo radica justamente allí, en nutrirse y saber participar distintas técnicas y lenguajes, que reivindique la singularidad dentro de la colectividad.
En la reseña de la obra se lee que se preguntan: “¿A qué se debe el olvido histórico de una parte fundamental de la contribución artística de la mujer?, ¿Por qué caminos ya recorridos tienen que abrirse de nuevo?, ¿Por qué en tiempos de corrección política en los que a las mujeres occidentales se nos recuerda constantemente que tenemos igualdad de oportunidades todavía surgen estas preguntas?
Desde el comienzo, la escenificación es llamativa y remite a la precariedad por tratarse de una tienda de campaña. Podría interpretarse como una aldea gitana o como una carpa de refugiados (dado que el contexto europeo y la obra proponen la multiculturalidad como tema). Por esto el suelo está lleno de tierra y arena que cae en una lluvia en un punto del escenario en determinados momentos de la obra. Esta tierra será removida por las intérpretes en la primera parte de la obra y quedará la misma en un borde, marcando un perímetro para la acción. También sobre el final ocurrirá la lluvia de otro elemento: manzanas. El fruto del pecado está presente en la obra para ser el premio y el castigo de estas, o todas las mujeres.
Un rol clave lo ocupa la iluminación que, si bien es neutra en la mayoría de los momentos, irrumpe en distintos episodios para enfocar la acción. Al comienzo cual desfile de moda, jugando con el contraluz y las sombras o brillando con luz propia producto de linternas que llevan en sus cabezas las bailarinas como los mineros, abajo, escondidos de la sociedad que les pasa por encima.
Otro elemento importante es el vestuario. Las protagonistas utilizan su cuerpo y distintas vestimentas como una herramienta más para dotar de sentido a la obra y la acción que en cada momento estén realizando. Así en el principio se muestran y se exhiben en conjuntos de dos piezas, tipo bikinis, lencería o un conjunto que deje al descubierto el abdomen, las piernas, los brazos. No hay una uniformidad en la vestimenta, como no hay una uniformidad en los cuerpos, ni en los de ellas ni en los de nadie.
Tienen varios cambios de vestuario, donde incorporan ropa deportiva, para tapar y homogeneizar ahora sí esos cuerpos que luego también se irán desprendiendo de ésta a medida que avance la obra. Priman colores llamativos y vistosos en una primera parte. En una segunda se produce el mayor cambio, donde todas visten colores blanco y crema en vestidos, excepto Sol Picó que viste negro, ¿serán ganas de destacar, rebeldía, o ambas?
Es interesante apuntar que finaliza como una parte del comienzo. Al principio están tumbadas en el piso en bollito de espaldas al público, con las camperas deportivas que no permite distinguir una de otra, y hacia el final, se hallan en la misma posición, pero dejando al descubierto sus espaldas.
Rasgo no menor, es la utilización en la primera parte de zapatos de tacos altos, símbolo de femineidad y también opresión, para luego pasar a tener los pies descalzos y en un momento Sol Picó se calza las zapatillas de punta para bailar su flamenco.
Como se marca, la obra transcurre en distintos bloques escénicos, pudiendo haber dos grandes momentos que ocurren cronológicamente. En el primero se muestran las vicisitudes y exigencias hacia los cuerpos de las mujeres, la competencia a la que empuja el sistema, hacia otras y hacia una misma. Es elocuente que una escena se llama “Operación Bikini”. La transición se ve como el camino a desandar, de barrer (literalmente el escenario) y metafóricamente, para un segundo momento menos bullicioso, pero no sin conflicto. La elocuencia de esto es una escena sobre la violencia doméstica protagonizada por Julieta Dossavi y Minako Seki. Hacia el final, se llega con un bagaje recorrido que vuelve a remitir a un primer momento, pero distinto. Reformulando a Heráclito: la mujer nunca se baña dos veces en el mismo río. El río no es el mismo y tampoco lo es la mujer.
A todo esto, el violín, la guitarra y la flauta traversa suenan en vivo acompañando a las tres músicas que cantan a coro o hacen cante flamenco, siendo parte de todo el entramado escénico y actuando también. El mundo sonoro también es nutrido por las voces de las bailarinas donde hablan su idioma y en inglés. Sólo en la escena inicial hay un tema musical de Disclosure que anuncia lo que va a venir: When a fire starts to burn/ cuando un fuego comienza a arder… (3)
Para concluir, la obra We Women se enmarca en un contexto de reivindicación de derechos por parte de las mujeres y las disidencias que en este siglo XXI continúa luchando por la igualdad de derechos y oportunidades. Aquí se hace manifiesto que hay un trabajo que hacer hacia fuera de todo lo que rodea a las mujeres y llevan a condicionar su accionar, aspecto físico, etc.; y también hacia dentro para reconocer las potencialidades y recorridos a transitar por cada una, celebrando la diversidad y alimentándose de ella.
Siete mujeres en escena se pusieron ese propósito y fueron a ello. Más allá de las críticas (4) que suscitó la obra: por “poca” danza o pretenciosa en su objetivo (me pregunto cómo no serlo cuando se busca visibilizar tremenda desigualdad y lucha) queda la invitación para seguir andando el camino. Y sobre todo a ver y hacer danza, teniendo en cuenta qué sucede en distintas latitudes, no de modo excluyente, para reivindicar las experiencias propias, las vecinas, las nuestras.
We Women- Ficha técnica:
Intérpretes: Julieta Dossavi, Minako Seki, Shantala Shivalingappa y Sol Picó.
Interpretación musical: Adela Madau, Lina León y Marta Robles.
Dramaturgia: Roberto Fratini.
Escenografía: Joan Manrique.
Asistente de dirección: Verónica Cendoya.
Dirección: Sol Picó.
Sitios consultados:
https://www.danza.es/multimedia/biografias/sol–pico
https://es.wikipedia.org/wiki/Sol_Pic%C3%B3
https://elpais.com/cultura/2018/10/31/actualidad/1541003866_778800.html
- Traducción propia
- La obra está disponible en YouTube, en el canal de la misma Sol Picó. https://www.youtube.com/watch?v=h03_jnrxIj0
- Traducción propia
- https://elpais.com/ccaa/2015/07/07/catalunya/1436299766_915687.html
Ma. Victoria López, Rosario, Argentina. Lic. en Ciencia Política (UNR); Prof. de Danza Contemporánea (ISP Isabel Taboga). Investiga sobre la danza, el espacio público y políticas públicas exponiendo en Bs. As, México y Bogotá. Escribe y difunde en su blog tengodanza.com – @viquioceania