Danzas, seguridad y consentimiento.

Danzas, seguridad y consentimiento

Hacia la construcción de momentos seguros para las prácticas de las danzas

 

ESCRIBE: Vesna Brzovic Gaete 

 

“Así, el movimiento, la quietud o el estacionamiento de mi cuerpo en medio de la acción de otrx no es un acto mío ni tampoco tuyo, sino algo que ocurre en virtud de la relación existente entre nosotrxs, algo que surge de esa relación misma, que equívocamente mezcla el yo y el nosotrxs (…)” (1)

 

“En la moralidad neoliberal únicamente somos responsables de nosotrxs mismxs, no de los demás (…)” (2)

Ph Felipe Bozzani

La reflexión que traemos hoy aquí, tiene que ver con poner la mirada brevemente dentro de los espacios de danzas en los que se comparte la práctica de forma colectiva y hay convivencia dentro de un mismo sitio por un tiempo determinado, como lo son las clases y los espacios de formación, y como los espacios de creación y de desarrollo de obras y puestas en escena.

 

Al hablar de estos espacios, estamos hablando de intimidad. Intimidad que, aun cuando se comparte de manera colectiva, se expresa a través de la vulnerabilidad que fluctúa en el ejercicio de la danza, en el espacio de trabajo donde se da un encuentro con unx mismx y con lxs demás desde el cuerpo, un cuerpo sensible. Nuestro trabajo se enfoca principalmente en el cuerpo como materia que lo sustenta, por lo tanto, estamos hablamos del cruce entre la intimidad del trabajo colectivo con la vulnerabilidad y la sensibilidad de los cuerpos.

 

Esta forma de trabajar que se viene repitiendo de forma naturalizada y sistemática hace ya muchos años dentro de nuestra disciplina, puede ser puesta en crisis dado el contexto social y político en el que vivimos, atravesado por los movimientos y las teorías feministas que se han ocupado de evidenciar el tipo de vulnerabilidad que viven los cuerpos feminizados y disidentes de la norma binaria, un tipo de vulnerabilidad estructural que tiene su origen en el género y la sexualidad. Como señala Antonia Orellano: “Si la violencia es un continuo que las mujeres experimentan colectiva e individualmente a lo largo de su ciclo vital quiere decir que su persistencia depende de algo más que de los propios sujetos de la violencia y que forma parte de la organización misma de la sociedad.” (3).

 

Siendo todos los cuerpos entes vulnerables, hay cuerpos que son objeto de discriminación y violencia de forma recurrente, haciendo de esa vulnerabilidad una herramienta de dominación. Para cuerpos feminizados y disidentes, vivir es encontrarse en un estado de permanente resistencia, salir a la calle es -en potencia- sufrir discriminación y violencia.  Por lo tanto, si la calle es una trinchera: ¿Qué sucede en los espacios de práctica de danzas?

 

En estos espacios, como señalaba antes, se constituye una intimidad que habilita una vulnerabilidad funcional al trabajo. El cuerpo es una potencia sensible que en nuestro trabajo se explora y se explota. Un cuerpo no se sensibiliza de la misma forma en la calle y en un espacio de danza, por lo tanto, aquí nos preguntamos cómo opera la desigualdad estructural dentro de estos espacios, específicamente respecto a las condiciones de vulnerabilidad de los cuerpos. En otras palabras, nos preguntamos ¿son seguros los espacios de danzas para todos los cuerpos?

 

Y es aquí donde entra una salvedad. Dada la desigualdad, es válido preguntarnos si es posible acceder de la misma forma para todas las personas a los espacios de danzas. Para este artículo, proponemos reflexionar sobre el espacio ya dado, cuando ya hemos cruzamos la frontera que separa el ámbito público y nos descalzamos para entrar a la práctica. Pero, reflexionar sobre el acceso es una tarea importante y aún pendiente. Eso que sucede antes de entrar también es materia de la política de nuestra disciplina. Si ponemos el foco ahí y observamos qué grado de accesibilidad tienen nuestros espacios y quienes pueden o no acceder a ellos, habrá muchas reflexiones importantes que levantar.

 

Volviendo sobre la pregunta por la seguridad dentro de los espacios de práctica, traemos el concepto de “espacio seguro” como el parangón contemporáneo que se pregunta por este tema, popularizado desde una ventana feminista. Este concepto busca establecer dentro de un espacio donde circula mucha gente, como lo es un centro cultural -por ejemplo- o en un evento puntual, criterios de seguridad que dejen por fuera prácticas de discriminación por cuestiones de género o sexualidad y prácticas violentas. Pero, sobre todo, un espacio seguro es un lugar que deja fuera a abusadores, es decir, prioriza la entrada de lxs sobrevivientes de violencia, antes que de los perpetradores de esa violencia. Disponer la etiqueta de “espacio seguro” es una garantía que apuesta por una convivencia libre de revictimizaciones.

 

La propuesta del espacio seguro podría circular dentro de los espacios de danzas, puesto que incluso empuja hacia la reflexión sobre el acceso que mencionamos antes. De todas formas, acá nos preguntamos qué tan seguro es el espacio de la clase, el momento de intimidad y el intercambio corporal, dejando por fuera todavía la cuestión del acceso, donde existe una limitación que viven algunas personas que es anterior al momento de la práctica y que las inhabilita a participar de ella.

 

Así es como proponemos una estrategia conceptual que ayude a responder la pregunta sobre la seguridad y que interpela al concepto de “espacio seguro”, que es la propuesta por construir “momentos seguros”. Es muy difícil garantizar la seguridad dentro de un espacio, sobre todo el tipo de seguridad de la que estamos hablando, que tiene que ver con construir espacios libres de violencias sexual y discriminación por cuestiones de género. Hay muchos factores involucrados en esto: en los espacios circula mucha gente, es difícil controlar su ingreso no solo por cuestiones físicas, sino también porque no somos un tribunal social andante. Además, la responsabilidad colectiva que supone la seguridad es algo ya de por sí difícil de socializar, no todas las personas se sienten identificadas con esta lucha.

 

Es por eso que poner el foco sobre “momentos seguros” implica, en primer lugar, reconocer que la seguridad es algo que se construye de manera ininterrumpida, es decir, que hay que verificarla constantemente y que, en segundo lugar, existen estrategias puntuales que podemos desarrollar que representan en sí mismas momentos seguros.

 

Volviendo sobre un espacio de clases o de creación, tomaremos como ejemplo una herramienta de trabajo de uso común que es el contacto. El contacto se utiliza como una herramienta de transmisión, a saber, tocamos a otra persona con el fin de explicar, ejemplificar, corregir o bailar con ella.

 

Un momento seguro sería hacer explícito el consentimiento de ese contacto a través de la pregunta: ¿puedo tocar esta zona de tu cuerpo? Luego de indicar la zona, esperaremos el consentimiento explícito –es decir, un sí o un no- para luego continuar con la práctica. Este ejercicio nos empalma con la pregunta sobre si es el contacto es o no algo deseable o adecuado para todas las personas que practican danzas. Por mucho tiempo esta pregunta se daba por sentada dado que, como ya mencionamos, hay metodologías de trabajo en danzas que se encuentran enquistadas por años y años de uso.

 

Esta estrategia, que puede ser la primera de muchas que se desarrollen con el fin de crear momentos seguros, posiblemente trae aparejada un montón de preguntas que surgen al realizar un ejercicio de consentimiento explícito: ¿qué pasa si nos dicen que no? ¿qué sucede entonces con la práctica? ¿Qué estrategias pongo en ejercicio que funcionen tanto para un sí como para un no? Todas estas preguntas implican trabajo y tiempo, lo que en un contexto precarizado es difícil. Pero, el foco debe estar puesto sobre el desafío que nos confiere asegurar prácticas compartidas en las que todas las personas disfrutemos la danza en igualdad de condiciones. 

Notas: 

  1. Butler, J. (2019) Cuerpos Aliados y lucha política. Paidós: Buenos Aires, Argentina. Págs. 16-17.
  2. Ídem. Págs. 31-32.

Orellano, A. (2019) No se puede volver a un lugar que no existe: el trabajo asalariado y la violencia estructural contra las mujeres. En: Violencia estructural y feminismo: apuntes para una discusión. Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres: Santiago, Chile. Pág. 115.

 

 

Vesna Brzovic Gaete @fusadanza  fusadanza.blogspot.com 

Investigadora, docente, gestora y performer chilena, reside en Buenos Aires desde hace una década. Becaria Fondart en la Maestría en Estudios Culturales de América Latina de la UBA. En 2022 co-produce el podcast Acuerpando: Danzas desde el Margen. Colaboradora de Revista Hiedra, ha sido publicada en Segunda en Retrospectiva (2018), El Libro de la Danza Chilena (2018) y Lecturas emergentes sobre danza contemporánea (2015), además de formar parte de Revista Inquieta 2022. 

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