Disci.necia. Diálogos de un cuerpo trastornado.

disci.necia 

Diálogos de un cuerpo trastornado

 

Compartimos en esta oportunidad un artículo que nos llega desde México. Se trata de la investigación artística de Silvia Mohedano desarrollada durante su Maestría en Creación Artística del Centro Morelense de las Artes. 

Escribe: Silvia Mohedano 

 

Mi proyecto consistió en generar un lenguaje de movimiento a partir de diversas estrategias creativas relacionadas con la distonía, coreoatetosis y párkinson -padecimientos neurológicos conocidos como trastornos de movimiento-. El resultado de este diálogo entre danza y neurología, fue una coreografía de danza contemporánea llamada disci.necia de este cuerpo ajeno, para la cual invité a la bailarina Liliana Ordoñez como intérprete, quien sumó proactiva y creativamente a todo el proceso.

Los trastornos de movimiento comprenden especialmente cambios en la movilidad corporal y postural de una persona. Se caracterizan por la aparición de movimientos involuntarios anormales. La distonía implica contracciones musculares involuntarias, mantenidas o intermitentes, que ocasionan movimientos repetitivos, de torsión y/o posturas anormales. La coreoatetosis se caracteriza por la presencia de posturas retorcidas y frecuentemente alternantes con movimientos breves y sin finalidad aparente. Por su parte, la enfermedad de Parkinson (EP) se manifiesta con signos como el temblor en reposo o la rigidez. Desde luego, esta es una explicación que, además de breve, está específicamente enfocada en algunos de los signos (manifestaciones físicas y observables de la enfermedad), pasando por alto el sinfín de consecuencias a nivel psicológico o emocional de estos trastornos. Las personas con trastornos de movimiento viven un cuerpo que, por decirlo de alguna forma, se rebela contra la voluntad, desobedece. 

 

Si bien no puedo generalizar cómo es que los bailarines percibimos o entendemos el movimiento corporal, sí me atrevo a asegurar que nos interesamos en él de una manera muy particular. Es decir, los bailarines nos entrenamos —entre otras cosas— para profundizar en la relación que tenemos con nuestro cuerpo. Es por ello que al conocer estos padecimientos, se abrió frente a mí la posibilidad de una investigación corporal que podía tener una veta muy amplia al buscar estímulos distintos, o quizá no tan comunes en la danza: los trastornos de movimiento.

 

La danza, al ser un vehículo para relacionarnos con nuestro propio cuerpo y el resto del mundo, nos hace saber sobre nosotros mismos, sin embargo, el dolor y la enfermedad también nos llevan a conocernos. Intenté acercarme de alguna manera a esos estímulos e impulsos presentes en los cuerpos de personas con trastornos de movimiento, porque mi premisa es que ahí también hay movimiento por explorar desde la perspectiva de la danza, que es válido hablar del cuerpo enfermo, del cuerpo doliente. Empero, esta investigación fue desarrollada e interpretada por personas que no viven con un trastorno de movimiento, e ineludiblemente esto me llevó a reflexionar mi decisión, a cuestionarme si vetar la enfermedad como tema a abordar desde la danza era colocarla en el lugar del tabú —o de lo sagrado—, a repensar la relación que tengo con mi propio cuerpo, a cuestionarme una y otra vez si esta investigación era ética o no. No tengo una respuesta definitiva, pero quizá la tarea del artista no es dar respuestas sino generar preguntas.

 

Para este proyecto, la investigación teórica acerca de los trastornos seleccionados, fungió como una herramienta al servicio de la práctica artística y, a su vez ésta, me permitió integrar dicha teoría. Para ello, las estrategias creativas utilizadas fueron: laboratorio de movimiento para explorar y desarrollar un lenguaje a partir de signos de los trastornos seleccionados,  bitácora del proceso y entrevistas a personas con párkinson y coreoatetosis, con el fin de conocer las sensaciones particulares de cada una y su propia manera de explicar la vivencia de su padecimiento. Como todo proceso creativo, no fue lineal, pues las estrategias se fueron entretejiendo, articulando y modificando unas a otras de diversas maneras y en distintos momentos. 

 

Al inicio, durante el laboratorio de movimiento se utilizaba el mapeo de signos presentes en  personas con párkinson, coreoatetosis y distonía según la teoría y bibliografía consultada. Pero fue precisamente en una de las exploraciones que me di cuenta que otra de las aristas del tema que había elegido para mi tesis de maestría, era algo íntimo. La verdad que ahora me parece muy obvio, pero hasta ese instante me di cuenta de que esas enfermedades corporalmente visibles, se relacionaban, de una manera que no era del todo descifrable —en ese momento— con sensaciones propias, con situaciones emocionales que vivo o que había vivido antes. Es decir, ya iniciada la investigación, entendí que mi urgencia era enunciar el conflicto con mi propio cuerpo. En aquella exploración, Liliana tenía las extremidades atadas a varios resortes (que al ser movidos por alguien más, le generaban algo cercano a un movimiento involuntario, aunque en este caso, el estímulo era externo) y trataba de avanzar sobre una línea pintada en el piso. Pensé entonces en lo incómodo que resultaba tratar de ir por el camino marcado, en el conflicto del deber ser. Supe así que estaba señalando mis heridas, mis lugares de conflicto, que podían ser con alguna situación, con alguien más, o conmigo misma, es decir, me refería  —entre otras cosas — a una parte de la relación que tengo con mi propio cuerpo. Desde mi punto de vista, o mejor dicho, en mi caso, creo que vivir de manera conflictiva el cuerpo propio puede tener varios umbrales: el umbral de la apariencia que no alcanza la expectativa señalada (por la propia familia, por el gremio dancístico, por la sociedad), el umbral de lo “virtuoso” que deja un espacio sumamente estrecho ante las innumerables cualidades del movimiento, la pedagogía dancística —muchas veces cruel— que termina objetivando los cuerpos y enmarcándolos violentamente en el deber ser (delgado, sacrificial, agradecido hasta la sumisión, merecedor), la condición física o emocional a la que estamos atados, el patrón-forma del que no podemos liberarnos, la delgada línea de lo hegemónico en la que queremos encajar, las pesadillas en las que estamos en una situación de peligro y el cuerpo no nos responde, la mirada persecutoria sobre nosotros mismos, nuestra propia fragmentación. 

 

Autoría Silvia Mohedano – disci.necia Lab – 2021

Cuando platicamos sobre lo que estaba surgiendo, Liliana y yo decidimos utilizar también esos aspectos personales de índole emocional para que se articularan con los signos de los trastornos de movimiento seleccionados, pues no queríamos terminar realizando una representación al hablar de algo que no nos sucede. Por supuesto, Liliana también compartió sus nudos personales, tanto con la obra como conmigo. Casi paralelamente, pude realizar entrevistas a personas diagnosticadas con párkinson y coreoatetosis, y esto no sólo me permitió contrastar la información teórica con lo observado y escuchado en las entrevistas, sino que le dio la vuelta al proceso que había llevado hasta el momento. Es decir, cambió el lugar desde el cual estaba abordando el tema y, por lo tanto, las consignas desarrolladas durante cada exploración. Por ejemplo, la persona que para efectos de este artículo llamaremos B, y quien padece enfermedad de Parkinson, manifestó tener la sensación de peso en los hombros, por lo que, a propuesta de Liliana, durante una sesión del laboratorio, se realizó una exploración en la que ella se colocó un chaleco con peso sobre los hombros, indagando en los gestos, las sensaciones y las imágenes que esto le detonaba. Las entrevistas nos permitieron aproximarnos a la experiencia de personas con trastornos de movimiento, no para “darles voz” o “representarlas”, sino para articular dolores, cuerpos, conflictos y movilidades. Pensamos que abordarlo desde ahí nos permitiría no sólo acercarnos a las experiencias de quienes padecen los trastornos, sino también acercarnos desde un lugar muy personal, lo que nos alejaba de la representación, porque se trajeron al cuerpo vivencias y emociones personales, y también sensaciones y formas que sí sucedieron durante las sesiones de laboratorio de movimiento. Éste, considero, fue uno de los hallazgos más importantes durante el proceso. 

 

Ph Rafael Vara – Registro disci.necia de este cuerpo ajeno – 2021

Hoy puedo afirmar que esta obra es una oda al dolor, a la herida. Y para ello es que me acerqué a dolores físicos y emocionales, colocando como  material mis dolores y conflictos, y los dolores y conflictos de otras personas. Hablo de muchos cuerpos para hablar del mío y viceversa.  Hablo del cuerpo doliente porque existe y nos consta, porque la enfermedad y el dolor son parte de la condición humana, y porque también se traducen en movimiento. Se hicieron corporalmente visibles los conflictos íntimos, conjugándolos con algunos signos y síntomas de enfermedades que se manifiestan en una movilidad que no es la hegemónicamente esperada, para hablar de lo que le pasa al cuerpo, al movimiento y a la emoción, cuando algo duele.

 

Ph Rafael Vara – Registro disci.necia de este cuerpo ajeno – 2021

 

Pese a todo, me sigo preguntando si fue la forma correcta de aproximarme a enfermedades que no padezco, y si eso es válido o ético. Quizá cada quien tendrá una respuesta a esta interrogante. Para mí, hasta ahora, es un conflicto irresoluble que acompaña esta obra que habla del conflicto irresoluble. 

 

Finalmente, el cuerpo vivo goza y padece, se ríe, llora, baila, le duele la inmovilidad y otras veces la movilidad. En palabras del neurocientífico Antonio Damasio: “El cuerpo vivo es el lugar central”, y en ambos, hay movimiento.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

– Damasio, A. (2010). Y el cerebro creó al hombre: ¿Cómo pudo el cerebro generar emociones, sentimientos, ideas y el yo? Ediciones Destino .

– Victor, M. (ed.) (1988), Principles of Neurology. Third Edition. New York, USA, Reverte

 

Silvia Mohedano  @sil_moh

Maestra en Creación Artística por el CMA. Se desempeña como docente en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Fue beneficiaria de las convocatorias CORRER CON LOBAS 2020, y PECDA 2014 y 2018. Es integrante co-fundadora de las compañías de danza Dos Raíces y La Silla de Daniela. Ha publicado artículos en revistas digitales de arte y de literatura en México y España. Participó en el XVIII Coloquio de Neurohumanidades “Imaginación Transdisciplinaria, Neurociencias y Artes Escénicas 2022”.  

 

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