Código Abierto. Cuerpos y lógicas no normativas en escena.

En esta nota, podemos reflexionar sobre los entornos creativos escénicos que las diversidades, discapacidades, feminismos y artistas vienen a transitar, cuestionar y transformar, evidenciando, una vez más, cómo los contextos sociales, económicos y culturales que habitamos contienen, expulsan, potencian o dificultan las posibilidades de bailar y crear danza.

Código abierto es una obra de danza teatro que ofrece opciones, que valida las presencias de cuerpos y lógicas no normativas en la escena, en la creación y en la decisión acerca de la historia que se quiere contar. asimismo considera al público diversamente funcional contemplando el diseño universal de la puesta desde su inicio.

Se trata de poner en evidencia, de un modo que sólo el arte puede encarnar, la ausencia de los cuerpos diversos en las calles, en las acciones cotidianas y las infinitas maneras en que ésta enriquece nuestras vidas.

Surge a partir del texto “Llegar a un ensayo” de Alejandra Sponda (publicado en revista Kiné) en el que plantea las vicisitudes  por las que pasa una persona con discapacidad intelectual y motriz para participar de un ensayo y lo que implica para quienes le acompañan. También, a partir de la pregunta que se hace en el escrito: ¿para qué hacemos esto? surgen muchísimas posibilidades que la diversidad abre a la creación artística. Nos planteamos hacer una obra que considere las particulares características de sus protagonistas, personas del colectivo de la diversidad funcional y que muestre, sin golpes bajos y poéticamente su realidad.

Fue decisivo para el grupo y para lograr esta meta la participación de la asistente personal como parte del elenco. Nuestro compañero que necesita apoyos para la movilidad tenía quien lo asista y ayude tanto en tareas de la obra como en la llegada y regreso a su casa. Esto permitió que las compañeras y sobre todo la bailarina , que hasta ahora se había ocupado de estas tareas, llegue a la actividad descansada y ocupándose sólo en su trabajo artístico. Así lo expresa en sus registros:

¿Con quién se baila cuando bailamos? Con uno mismo, con lo proyectado, con el entorno, con otrxs, con una idea, con una sensación. ¿Cómo se baila con algo que no nos convoca extrañamiento porque es algo que se nos hace muy propio muy uno? ¿Se podría bailar con algo sin objetivarlo, sin separarlo de la mismidad un momento? 

Esas preguntas me habitan cuando compartimos el hacer artístico junto a mi hermano Lucas. Él, como persona con Discapacidad requiere ciertas asistencias y acompañamiento que implican en lo cotidiano que alguien deba disponerse a eso. Hace un tiempo que venimos compartiendo el mismo elenco de danza y recién hace muy poco hemos logrado contar con otras personas que ocupen el rol de asistentes para que yo no tenga que hacer más esa tarea.

Otra cuestión fundamental para un grupo artístico de personas con discapacidad o a cargo de cuidados ( y para todo artista) es la dignificación que significa el cobrar por el trabajo, tener garantizada la movilidad para llegar a un ensayo.

Después de cada encuentro teníamos una reunión por zoom con todo el equipo para seguir construyendo y reescribiendo la obra. Esos diálogos posteriores se enfocaron en las cuestiones técnicas y operativas, pero cada decisión demandaba una discusión ética y política atravesada por la perspectiva de la diversidad funcional.

Otro objetivo a considerar en relación a la vivencia grupal fue el de disfrutar el proceso y la presentación. Tomamos el concepto de “responsabilidad gozosa” apoyándonos para asumir lo que decidimos hacer. 

La danza se ha trazado en nuestras historias desde diferentes lugares pero a la vez el mismo. Se presenta como una experiencia unidireccional para un tipo específico de cuerpo y movimiento funcional. Un hacer que está ligado a la repetición de formas idénticas o espejables en los procedimientos o personas que lo ejecutan. Nos han enseñado acerca del ritmo de sus contornos, el concepto de sus coreografías y estructuras, así como el modo de llegar a sus producciones o elaboraciones espectaculares. Este modo de hacer la danza se ha arraigado tanto en nosotros que a veces se nos hace difícil comprender cuáles son las otras cartografías posibles.

Dos bailarines «que no son bailarines» se lanzan a un escenario que no es un escenario, siempre variable (la calle, un aula, una sala, el comedor de una casa, un patio), y construyen una coreografía «que no es coreografía», con movimientos y pausas elaborados «que no son elaborados», programando cada vez un espectáculo nuevo de una danza que se supone no es danza.

La posibilidad de construir una coreografía nos introduce en la idea de un acontecimiento que cuenta en su constitución con algún tipo de pauta. Eso que es conceptualmente muy amplio y podría dar lugar a una infinidad de configuraciones, tradicionalmente lo hemos circunscripto sólo a una cierta materialidad temporal y espacial. Este es uno de los lugares que nos interesó trascender fuertemente en nuestra exploración. Descubrimos con sorpresa que nuestra obra tiene su coreografía, su pauta. Hay ciertos acontecimientos que ordenan y estructuran la escena, solo que no sabemos cuándo aparecerán ni qué secuencia en concreto se hilvanará entre ellos a la hora de la creación.

Pensamos la posibilidad de proponer una estructura de obra lo suficientemente cerrada para poder repetirla y profundizar sobre ella, pero lo suficientemente abierta para poder iniciarla desde el piso o desde la silla de ruedas, dependiendo de las ganas y necesidades que haya en cada función de parte de les bailarines actuantes.

La improvisación es un elemento fundamental considerando las características de Lucas que resuelve siempre en el momento presente.

Las ortopedias y ayudas técnicas como la silla de ruedas y muletas son parte de la composición y las búsquedas tienen en cuenta su uso como elementos de juego encontrando variadas formas de utilizarlas más allá de su función convencional. Este es un posicionamiento que como grupo venimos planteando hace tiempo: despojar de estos elementos su significado penoso y ponerlas en el orden de lo cotidiano (que lo son para sus usuarios) y como tales permitirnos jugar con ellos y transformarlos como el teatro hace con una mesa o una tela.

Rara vez los escenarios son habitados por cuerpos como los nuestros. Rara vez somos lo suficientemente espectaculares como para atraer las miradas estéticas de nuestra comunidad. Rara vez hay quienes deseen acompañarnos y co-crear a partir y con nuestras morfologías creativas.

La presencia de nuestra corporalidad en la escena se convierte en un acto de profunda verdad acerca de nuestro existir y nuestro valor intrínseco como co-creadores de este mundo. Somos la presencia viva latiendo belleza en el pulso escénico. Una obscenidad ilustrativa de lo impensado, indomable, indomesticable y voraz

Nada de esta tarea creativa fue hecho desde las certezas ni nos las dió. Preguntas, muchas preguntas nos fueron animando en el camino y otras quedan para continuarlo.

 

INTÉRPRETES: ALEJANDRA SPONDA Y LUCAS SPONDA

DIRECCIÓN: RUTH ORTIZ DE ROSAS

ASISTENCIA ESCÉNICA Y PERSONAL: JULIA VERUSSA Y CATA FANELLO

PRODUCCIÓN: CLAUDIA GASPARINI

 

Alejandra Sponda @aleylibre @papelitapayasa @psicoartevalle

Actriz, Bailarina, Lic. En Psicología, Escritora. Experiencia en docencia en relación a temáticas relacionadas a la psicología y al teatro.Bailarina en elenco de danza inclusiva “Andares”. Actriz en obras de autoría y elencos regionales. Creadora del personaje Papelita Payasa, propuesta performática que gira en torno de temáticas referidas a las sexualidades y la discapacidad o diversidad funcional. 

 

Claudia Gasparini @andares_danzainclusiva

Profesora de danza inclusiva, master teacher del método DanceAbility. Coordinadora del grupo ANDARES desde el año 2011. Publicó en 2019 el libro Puertas Abiertas sobre danza, inclusión y pedagogía. 

 

 

Más…