Ser, tener y mover un cuerpo. ¿Qué cuerpo?

Ser, tener y mover un cuerpo. ¿Qué cuerpo?

ESCRIBE: María Agustina Cánaves

 

Compartimos esta interesante nota donde el Arte, el Psicoanálisis y el Cuerpo dan cuenta unos de otros de la complejidad y entramado que los conecta y resignifica a la hora de abordar la pregunta ¿Qué cuerpo? 
En esa dirección la autora nos dice que el presente texto aborda principalmente el cuerpo que se ve implicado en la danza, concebida como una forma específica del arte y justifica la pertinencia de la lectura psicoanalítica en el entrecruzamiento con el arte. A partir de allí, se propone a la pulsión como aquello que determina el estilo, entendido como algo inexplicable, inevitable y absolutamente singular. También se ponen en cuestión las categorías espacio y tiempo y se arriba a la pregunta por el lenguaje y escritura en la danza.
Festival El Cruce 2022

Alguien bien podría preguntarse por qué ocuparse del cuerpo en la danza desde un posicionamiento psicoanalítico, siendo que —a priori— se trata de dos categorías que no se cuentan entre las nociones principales de dicho bagaje teórico.

De manera apresurada, diremos que se aspira a erigir como marco de lectura esta forma específica del arte para reflexionar sobre nociones que atañen al psicoanálisis. Es decir, causado por el interés personal por parte de quien escribe, este texto buscará servirse de la experiencia de la danza para dar vueltas alrededor de algunos puntos fundamentales sobre el tema, con la intención no de agotarlos, pero sí de ceñirlos todo cuanto sea posible.

Este servirse de no podría hacerse de cualquier modo, sino que resulta conveniente advertir que entre psicoanálisis y arte se traba una relación compleja, donde conviven aspectos que por momentos la tornan como de tensión, de exclusión o de mutualismo. No obstante, puede decirse que lo que perdura es la opacidad que reside en sus pliegues.

Nos alejaremos, entonces, de la vía interpretativa del arte, aquella que aspiraría a abrochar un sentido a la obra mediante explicaciones exhaustivas. Así, el propósito dista de ser la aplicación de conceptos analíticos a la vida y obra de determinado artista, puesto que no se trata de un psicoanálisis del o en el arte, sino de indagar «el único sitio donde entendemos uno y otro se rozan sin amalgamarse, esto es, al cuerpo y lo pulsional», de modo que se desplace «el énfasis puesto en la pregunta por el sentido hacia el cuerpo»  (Kuri, 2015, p. 155).

Dicha posición se aparta de pensar la obra como el artilugio que permitiría expresar un supuesto interior del artista, al cual se podría acceder por la vía comprensiva otorgándole una significación.

Se puede aventurar que concederle este poder de transparencia y total legibilidad al arte, se correspondería más con el terreno de la arteterapia, es decir, el arte como una terapéutica ligada a lo catártico (se vuelcan los conflictos y, a través del tratamiento artístico, estos se verían resueltos) y a la instauración de un yo que se expresa y un semejante que interpreta sin opacidades. 

No obstante, se considera que la cuestión no se agota en un abordaje liso y llano de las nociones exterior – interior, sino que se vuelve preciso trascenderlas como mero par de opuestos y complejizarlas.

La experiencia de la obra es capaz de participar de aquello que Freud ha denominado lo ominoso, en tanto «lo que estando destinado a permanecer en secreto, en lo oculto, ha salido a la luz» (Freud, 1992, p. 225). Eso íntimo que puede, a su vez, discernirse como lo más familiar, aparece fuera, en otro lugar, y comporta una ajenidad radical que conmueve, de la que no se puede dar cuenta, pero de la que tampoco se puede huir. 

Quizá de manera inusitada, esto evoca lo que Barthes (1989), a propósito del campo de la fotografía, ha dado en llamar punctum refiriéndose a un «pinchazo, agujerito, pequeña mancha, pequeño corte, y también casualidad» (p. 59) que no se busca voluntaria y dedicadamente, sino que «es él quien sale de la escena como una flecha y viene a punzarme» (p. 58) produciendo una herida. Este punto, en términos de detalle, convoca algo del orden de lo más íntimo que se presenta desde lo extranjero. 

Respecto al problema de lo exterior y lo interior, Lacan (2013) acerca la palabra extimidad, definida como lugar central, como una exterioridad íntima, en relación directa con la Cosa. Y dando un paso más: 

Esta Cosa, todas cuyas formas creadas por el hombre son del registro de la sublimación, estará representada siempre por un vacío, precisamente en tanto que ella no puede ser representada por otra cosa -o con más exactitud, ella solo puede ser representada por otra cosa-. Pero, en toda forma de sublimación el vacío será determinante. (…) Todo arte se caracteriza por cierto modo de organización alrededor de ese vacío. (Lacan, 2013, p. 163).

Conducirse por la vía de la comprensión, nos hace desembocar en distintas clasificaciones según técnicas, contextos, estilos, etc., dejándonos de cara frente al riesgo de perder de vista lo que aquí se considera como lo singular, a saber: el cuerpo.

Este cuerpo del que hablamos no se concibe de ninguna manera como un conjunto orquestado de uñas, comisuras, rodillas, hormonas, arrugas, pulmones, bíceps y fluidos que se lleva a sí mismo de acá para allá, envejeciendo minuto a minuto. Siguiendo a Kuri (2015), no se trata del cuerpo plausible de ser gobernado por una técnica, sino de aquel capaz de hacerse un nombre a condición de devenir un cuerpo-ficción que soporta algo que trasciende el orden del estilo (aunque lo contempla), que se acerca mejor a un rasgo o a un gesto imperceptible e incalculable del que nadie puede escapar.

Y lo diremos hasta el cansancio: el cuerpo que nos importa es aquel que se establece como una superficie de escritura donde se inscriben marcas. El cuerpo que nos importa es la resultante del encuentro que acontece entre el lenguaje y la pura materia, produciendo un desacople irreversible entre uno y otro.

En este punto, podemos ubicar a la pulsión como un concepto bisagra que, en términos de Freud (2008), opera como límite entre lo psíquico y lo somático, y agregamos ahora: habilita una estética singular. Aquí se hace caber lo que Jean-Luc Nancy, en su libro 58 indicios sobre el cuerpo, expresa: 

Nada es más singular que la descarga sensible, erótica, afectiva que ciertos cuerpos producen sobre nosotros (o bien, inversamente, la indiferencia en que nos dejan ciertos otros). Tal conformación, tal tipo de ligereza, tal color de pelo, un aspecto, cierta distancia entre los ojos, un movimiento o un dibujo del hombro, del mentón, de los dedos, casi nada, pero un acento, un pliegue, un rasgo irremplazable… No es el alma, sino el espíritu de un cuerpo: su punta, su firma, su olor. (Indicio 38).

Entonces, debe concedérsenos el permiso de considerar que el estilo (entendido en los términos que se vienen esgrimiendo hasta ahora) no puede ser absorbido bajo la técnica. Y aún más, diremos que es la técnica la que apunta a descomponer el estilo a los fines de explicarlo, sistematizarlo a través de una nueva codificación para lograr estandarizarlo y transmitirlo. Sin embargo, hay algo del estilo que impone la pulsión (que puede corresponderse al valor del gesto) que se revuelve frente a la demanda de ser reproducido de manera idéntica.

Ahora bien, tomar posición desde el cuerpo pulsional impone otro cambio sustancial. Nos referimos a que debemos despegarnos de las dimensiones espacio-temporales comúnmente manejadas (en relación a lo físico y lo cronológico respectivamente).

Mi piel se esparce y corta al mismo tiempo. Lugar de proyección de imágenes, es el lugar de la ficción: todos simulamos creer que el gesto se detiene allí, como mi cuerpo, todos fingimos creer que las miradas de los espectadores se detienen allí. Pero se sabe-siente bien que el movimiento va más lejos, resuena en el espacio más allá, y que la mirada del espectador parte de más lejos (…) y se posa más lejos, o aún se mueve entre los cuerpos en movimiento. Los límites son móviles y sin embargo tallan trincheras. Y la piel jamás está sola, los músculos, los huesos, los líquidos, los órganos, son movilizados a través de ella y la movilizan. (…) El espacio toma cuerpo y toma a los cuerpos en relaciones difractadas de imágenes sin sujeto ni objeto, articulaciones entre imágenes, contexto y otros. (Bardet, 2012, pp. 189-190).

Así, apostamos a pensar los movimientos como capaces de establecer trazos, cortes, puntualizaciones que marcan un espacio y un tiempo bajo la tiranía del cuerpo. «Es la forma la que pinta, baila, dibuja o dice. Es ese ritmo-profundo que se inscribe sin escribirse en la escritura de la obra» (Ariel, 1994, p. 64).

Y si de escritura hablamos en torno a este asunto, podríamos preguntarnos si resulta válido suponer un lenguaje en la danza, una escritura y cuáles serían sus condiciones. Sin embargo, por ahora solo tendremos que contentarnos con el auxilio que puede prestarnos el siguiente fragmento: «Difícil descripción en el límite de las palabras, allí donde justamente uno se pondría a bailar» (Bardet, 2012, p. 243). 

 

Referencias bibliográficas

– Ariel, A. (1994). El Estilo y el Acto. Buenos Aires: Ediciones Manantial

– Bardet, M. (2012). Pensar con mover: un encuentro entre danza y filosofía. 1ª ed. Buenos Aires: Cactus

– Barthes, R. (1989). La cámara lúcida. Notas sobre la fotografía. 10ª ed. Buenos Aires: Paidós

– Freud, S. (1992). «Lo ominoso». En Obras completas. Tomo XVII. 2º ed. 3º reimp. Buenos Aires: Amorrortu editores

– Freud, S. (2008). «Pulsiones y destinos de pulsión». En Obras completas. Tomo XIV. 2º ed. 13º reimp. Buenos Aires: Amorrortu editores

– Kuri, C. (2015). Estética de lo pulsional. Lazo y exclusión entre psicoanálisis y arte». 1º ed. Buenos Aires: Letra Viva

– Lacan, J. (2013). Seminario 7: La ética del Psicoanálisis. 1º ed. 13º reimp. Buenos Aires: Paidós

– Nancy, J.L. (2007). 58 indicios sobre el cuerpo. Extensión del alma. 1ª ed. Buenos Aires: Ediciones La Cebra

 

María Agustina Cánaves @agus.canaves

Psicóloga por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Practicante del psicoanálisis en consultorio privado. Docente universitaria en Facultad de Psicología (UNR). Maestranda de la Maestría en Psicoanálisis (UNR). Aficionada a la danza, el psicoanálisis y la escritura.

 

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