Danza, somática y sentires

Con Paula a lo largo de 2021 escribimos juntas para la revista Inquieta.
Esas ganas de escribir y pensar juntas surgieron de nuestras conversaciones, los textos que fuimos componiendo tienen la estela de esas charlas.
En esta oportunidad Paula escribió después de que leímos un artículo de Tamara Tenenbaum que se llama “El corazón es un músculo solitario” , como muchas veces, fue la excusa para seguir pensando qué es bailar para cada una, de qué materiales está hecha la escucha y la sensibilidad, qué es cambiar, entre otras derivas. (Natalia Pérez )

              Cruce 2021 - Ph Turin

Durante un tiempo bailé sin saber nada de mi misma, ni de la danza. Copiando, imitando unas formas que se anclaban en una musicalidad, una rítmica y una espacialidad externas, extremadamente repetitivas y planas.
En un verano alguien (me) dijo: coxis, sacro, trocánteres, isquiones, pubis … y, sin saber exactamente qué forma tenían esos lugares que se nombraban, que desde la voz que hablaba restituían la cuerpa a un presente pleno y consciente, se abrió la posibilidad de un camino de entendimiento en y para la fisicalidad.
Nada plácido, ese camino. Un camino con infinitas geografías, regiones límpidas y otras muy, muy oscuras. Entonces, algunos momentos inolvidables: mis isquiones señalaron el cielo y mi cabeza la tierra, y mis vértebras se reconocieron entre ambos extremos como una ruta misteriosa y variable en su profunda finitud y poder. Después, me lesioné. Y esa lesión me acompañará para siempre.

Me lesioné cuando desconecté del para qué y del para quién, cuando puse el foco afuera, en una demanda, en una comparación. Y, muy a mi pesar, me lesioné porque si ya podía reconocer el coxis, el pubis, las vértebras, los trocánteres, y ser eficiente en el movimiento, aún no se hacía carne el placer de bailar: el goce, el deseo, el integrar lo “bello” y lo “feo”, lo que se siente bien y lo que incomoda, la vulnerabilidad y la fortaleza, el respeto de la propia identidad (algo así como mi esencia al bailar) y la de les demás danzantes.
Mi cuerpa -la piel, los huesos, los órganos, la mirada, la voz- no me dejó ni me deja mentir, mi cuerpa, recuerdo, “habló” y “pidió” a mi mente, con toda claridad y decisión: tirate acá, en el piso. Y esperemos.

Un nuevo punto de partida. Sabiendo que iba a (re) aparecer ese lugar sano y fuerte y deseante para seguir viajando.
Ya llevo al menos 15 años en ese camino de intentar comprender algo de esta relación, este vínculo entre el (mi) cuerpo, la (mi) mente, las (mis) emociones. Muchas veces reaparecen, como las nombra el budismo, por ejemplo, las funciones negativas. Miedo. Inseguridad. Caída y recuperación. Momentum.
Intenté bailar “sin pensar”, no funcionó. Intenté pensar más y conceptualizarlo todo, tampoco. Sólo sentir. No sé … no parece humano.
Cuando pudimos reconocernos, re-encontrarnos, mi cuerpa y mi mente -como voces y gestos-, partes de un todo que se imbrica en la constelación de emociones que somos capaces de sentir (yo, como cualquier otre biche que se mueva) y también, y, sobre todo, pudimos nombrar, pensar y elegir en cuál de todas esas emociones queremos estar, aunque debamos atravesarlas todas … entonces … solo con cerrar los ojos y respirar, bailamos.
Y bailamos con otres, con el mayor de los respetos y agradecimiento.

Pau Valdés Cozzi

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