Autora: Norma Ambrosini.
Introducción/Conclusión
(Leer indistintamente)
La performance resulta ser un camino para desgarrar esa magnificencia artificial que han hecho de/con nosotrxs dado que nuestra propia imagen no nos pertenece. No sabemos adónde pertenecemos, porque esa ambigüedad expresiva que atravesamos, ha sido sobrevalorada por demasiado tiempo y como resultado de la misma, nos encontramos intentando asemejarnos a nuestros propios conquistadores, separándonos de nuestros orígenes (verdaderos orígenes) y lavando nuestra etnia en pos de construir una nueva…
Hacer performance es tratar de revelar aquello que nuestro cuerpo adoctrinado se empecina en ocultar.
En nuestro país, se encuentra representada por un grupo de intenciones que, de manera incansable, recurren a visibilizar la ausencia de búsquedas representativas.
La falta de interrogantes atraviesa, por lo tanto, nuestros interrogantes.
El lugar de los performers acontece entre los sentidos de pertenencia y de desamparo.
Estar sometidxs a los deseos de otrxs, resulta ser lo más tremendo y legitimizado que sufrimos por estos lares.
Nuestra historia pertenece a muchxs y sin embargo es borrada por quienes no desean saberse parte de lo que hemos hecho, de lo que nos estamos haciendo…
Nos emociona pensar, ver y sentir que hay quienes sí se entienden a sí mismos, a su propia historia y nos entristece vivir inmersos junto a quienes no pretenden siquiera indagar en una propia o que no saben que no quieren saber, lo cual aún es más penoso y perverso.
Nos provoca impotencia no poder hacer comprender que vamos desapareciendo, que estamos en proceso a hacerlo, que es inmediata nuestra búsqueda.
Un pueblo que no se sabe, que no se entiende, que no se ve, es un pueblo que cree que está manifestándose sin estarlo.
Es un pueblo viviendo la vida de otrxs.
Es un pueblo sin destino propio, que repite hasta el cansancio un modelo de arte ‘universal’, uniformado…
Son muchos pueblos en uno, incapaces de lograr ser ese propio.
Norma Ambrosini (Lima, Perú, Febrero 2017)
Sugerencias para involucrarse en el honesto campo performático
El recorrido por el universo de esta indisciplina denominada performance puede resultar ser de esas experiencias que crean fanatismos, por un lado o rotundos rechazos por otro y por lxs otrxs.
Su fama (conflictiva) la precede y por lo tanto, deberemos, con gran esfuerzo, intentar ‘hacer olvidar’ esos preconceptos, para poder crear una leal y ‘propia’ perspectiva de dichos acontecimientos si pensamos adentrarnos en dicho ‘lenguaje’.
Tendremos que estar preparados frente al hecho de que, el simple uso del término genere crispación (en el mejor de los casos) y para ello, deberemos intentar situarnos en un lugar renovado, porque resultará nefasto analizar dichos aconteceres con parámetros de juicios de valor convencionales. Por cuanto, será necesario conocer y reconocer que la performance crea comunidades y éstas se aceptan sea cual fuere el momento que el performer se encuentre experimentando respecto de su recorrido personal a través de dicha indisciplina. Observaremos entonces que, incluso aquellos eventos que creemos no se ajustan a lo que suponemos se definiría como performance, se aceptarán como tales, validando la ‘palabra’ de quien la sugiera por sobre cualquier texto académico precedente, incluso a sabiendas de que quizás, modifique su cometido mientras acontece, o una vez finalizado, o permanezca modificándose para siempre, presentándose como una definición viva y en construcción constante.
Es decir, deberá tener la capacidad de moverse indefinidamente, de manera de poder apreciar con nuevos ojos y aceptar algunas/muchas ‘desprolijidades’, dado que cualquier lugar precedente de situación, llámese, espectador, performer, incluso mensaje o proceso resultará sospechoso y deberá ser descartado de inmediato.
Tratar de definir la performance resultaría encorsetar un universo infinito, dado que ella misma se manifiesta como un territorio de/en disputa. Tanto en el que refiere a su propia definición como a las de los elementos que la constituyen.
Entonces la performance resulta ser muchas cosas, y el cuerpo, el tiempo, el espacio, el performer, el espectador, la circunstancia, lo conceptual, el tema, su crónica, su relato, su consecuencia… tantos muchos y disímiles como cuerpos, tiempos, espacios, performers, espectadores, circunstancias, conceptualizaciones, temas, crónicas, posibles relatos y consecuencias la ejecuten o transiten.
Este estrato en el cual debemos instalarnos para poder vivenciar la performance, generará estados de desamparo, dado que, como hemos podido apreciar, las validaciones conocidas no entrarán en juego o por lo menos, no de manera convencional y porque nuestros anteriores saberes, aquellos que apuntaban a un disciplinamiento respecto de cómo mirar, qué mirar, cómo pensar, caerán al vacío frente a la instancia de intentar decodificar ESO que alguien que, simplemente de manera similar a lo que le sucede a un profeta, nos entregará acudiendo a un básico instinto de supervivencia. La performance es ESO que se debe sacar del CUERPO. La performance es ESO/ESE proceso, que de no ser posible su existencia, LE quemaría por dentro.
El CUERPO en la performance es:
-
de una fragilidad absoluta, porque es solo momentáneo
-
simple y llanamente un CUERPO en evidencia
-
uno que permita transmitir malestares, incomodidades, dolores, manifestándose en el mismo momento en el que estos se presenten, asumiendo las respuestas y consecuencias que estos provoquen
-
uno que transmite ideología, porque lo atraviesa la convicción de la imposibilidad de la existencia de un cuerpo apolítico y sin reflexiones coyunturales sobre etnia, raza, género, sexo, poder, etc.
-
uno que le permite al espectador ser también performer porque convida a experimentar/se desvinculado de lo conocido, sosteniéndose en la incomodidad
-
un CUERPO posible de dejar de serlo de inmediato, e incluso mientras está siendo CUERPO PERFORMATICO.
Algunos confesarán que el cuerpo performático resulta ser un CUERPO difícil de interceptar, luego de tanto adoctrinamiento, tanta legitimación, tanta normatividad, tanta disciplina, tanto rótulo, tanta necesidad de nombrarlo, de limpiarlo para que, dadas dichas condiciones, sea finalmente posible verlo y sentirlo (aunque a esas alturas ya no se perciba cuál era el cuerpo en su origen, cuál es el que está frente a nosotros o cuál quiere ser).
La mayoría de los performers sostienen que el cuerpo REAL, ha desaparecido. Que ha sido entrenado y en circunstancias enterrado para parecer que siente.
Por tanto quienes nos sentimos carentes de algún talento respecto de ese cuerpo colmado de virtudes y ‘posibilidades’ quizás seamos quienes no hayamos tenido más remedio que ser este otro CUERPO, el performático.
Pero no debemos temer, dado que, la benevolencia de este enorme concepto nos cobijará, bendiciendonos y aceptándonos como hijos de la intención artística que somos.
El CUERPO como territorio de DESMESURA.
La performance a veces aparece como medio y otras como metodología, unas como necesidad de liberación, otras como sugerencia…
En consecuencia, el cuerpo del performer, también se presentará como ese ‘a medio camino’, dado que se sitúa entre la representación y la presentación. En ese ‘estar despierto’ a lo que acontece de manera que solo la acción lo atraviese, solo los sustantivos abstractos lo nominen, solo las cualidades lo hagan estar presente, solo las palabras enormes logren separarlo de un abordaje que no permita ser intelectualizado, de manera de ser simplemente ‘realizado’, hecho carne.
Si el cuerpo es un medio por donde la performance o las intenciones de la performance se manifiestan, para que logren ser reales, se experimentará una trasmutación respecto de lo que se considera convencionalmente ‘posible’. Porque lo posible en la performance no se refiere a impedimentos físicos (que serán muchas) sino a la problemática que implica un enfrentamiento frente a las legitimaciones y las normalidades involucradas en los procesos de espectación. Estas experiencias apuntan a una vista inmediata, sin preámbulos, cuestionable, que sacude, aborda e interpela incitando a despertar/nos. Allí, ese cuerpo que es intención, deberá derribar paredes, para que el público se encuentre imposibilitado de negarse a participar de tal experiencia. Por eso la performance es, abundancia, antidecoro, pornografía, terror… DESMESURA. Se presenta a veces sucia, corrosiva, mal educada, asquerosa, sin pulcritud, improvisada y desprolija, pero nunca pasa desapercibida.
Podríamos hablar de una cierta impertinencia e incluso de una imposición, pero las intenciones son legítimas. La performance resulta en un acto democratizador porque es ‘humildemente’ solo intento. El performer a través de su CUERPO (o de los modos como utiliza ese cuerpo) nos propone y a veces impone no volver a ser los mismos Y eso generalmente ocurre (para bien o para mal).
La performance nos obliga a presenciar otra verdad en el arte, muy diferente a las demás verdades. Esta resulta ser quien nos comunica lo prohibido, la mensajera de las malas noticias, aquello que no desea ser escuchado, oído ni visto, ni vivido… es el amigo que nos sugiere y a veces nos fuerza a visibilizar a la pobreza como algo imposible de pensarse pintoresco. Aquel ser querido que nos toma con sus manos el rostro y nos lo dirige hacia la pobreza, hacia la vejez, hacia, la enfermedad, la locura, la muerte. Pero, pero por sobre todo, hacia los cuerpos que agonizan…
… hacia las almas en pena…
… hacia los incomprendidos, porque la performance misma es incomprensible
… hacia la soledad porque en el universo del arte la performance se manifiesta como todas juntas, ninguna o cualquiera y porque se le dificulta encontrar compañía para semejante desfachatez dado que es una BASTARDA
La performance y los performers somos algo de eso y todo eso a la vez.
La perfomance habla de lo que urge, de lo inmediato, de lo necesario. Habla de un arte o de una experiencia de arte y de comunicación en el arte que necesita modificarse porque frente a la performance de inmediato comprendemos que el arte, indiscutiblemente, podría Servir para algo más.