-Danza en pandemia-
Escribe María Laura Neffen
Esta pandemia es cruel y particularmente lo es con las y los artistas independientes que deben intentar trabajar bajo un contexto sinigual. Asombrosa es la capacidad que tienen para encontrarle la vuelta a esta coyuntura, para percibir y atravesar nuevas sensaciones con esos nuevos usos, y para, irremediablemente, estar siempre en movimiento. Es el caso de la conocida bailarina rosarina Soledad Verdún que en esta entrevista de Inquieta pone luz sobre sus descubrimientos en esta pandemia mundial y da cierta ilusión de que bajo todo contexto los artistas saben repensar el arte.
Como tantas otras artistas, Soledad había comenzado sus clases el año pasado que fueron interrumpidas casi de inmediato por la pandemia más estricta, lo que dio paso al nuevo modo de conectarse: plataformas online. Sus clases son de danza contemporánea y de yoga, con cada una tuvo una experiencia diferente en el 2020, propia de la práctica. En las de contemporáneo, relata que “fue un proceso que tuvo un recorrido re interesante, adapté mi livincito a un estudio, corrí los muebles, como también lo hicieron todas las chicas que hacían la clase, y me puse a trabajar en función de armar un material de movimiento, frases y exploraciones en un espacio de dos por dos. Lo que me pareció más interesante para rescatar, además de estructurar el trabajo en ese espacio reducido, fue algo que tiene que ver con la palabra, con el decir, el relato sobre el movimiento, la minuciosidad en las descripciones y la claridad de las propuestas. Fue una búsqueda de esos elementos de la palabra y la voz muy lindos del lenguaje, para transmitir percepciones, sensaciones, invitar a sentir con la voz”. Soledad completa esta experiencia contando que “las descripciones detalladas siempre estuvieron en mis clases, pero en la virtualidad cobraron otro sentido, otra importancia. La búsqueda en los modos de decir, muy ligados al uso del lenguaje amable, amoroso, un lenguaje del disfrute. Me gustó mucho encontrarme pensando y sintiendo qué decir, como decir, cómo llegar a una palabra cálida, cuidadosa, en un momento tan difícil. A veces de soledad para algunas, angustia para otras. Fue muy estimulante, muy alentador, fue una gran compañía. Después lo conversamos con las chicas y entendimos que ese tipo de trabajo donde no tenés la presencia física de las compañeras genera también un estado de atención más aguda de cómo hacer lo que hacemos a través de esta guía de la voz, de la palabra”.
Quienes han vivido estos encuentros online en la pandemia más estricta, y quizás lo mantienen hoy, conocen la extraña sensación de moverse en esa soledad física en espacios re diseñados. Soledad cuenta algo muy particular de esta modalidad: “Algo que era muy fuerte también es que después de las clases que duraban una hora y media donde bailábamos con música que compartíamos, cuando terminaba la clase -donde antes la voz llenaba el espacio, la música llenaba el espacio-, nos íbamos despidiendo y se iban cerrando las compus y cuando se apagaba la última quedaba un silencio… Un silencio de calma después de todo ese movimiento. En algún punto era medio contradictorio, una movilización muy fuerte del encuentro, pero a la vez volver a encontrarte en la soledad de tu casa, en el silencio. Interesante fue. No puedo decir que fue maravilloso, pero sí que fue muy particular”.
Otra fue la experiencia con las clases de yoga, que tienen distinta dinámica y una búsqueda diferente. “En la práctica de yoga se acercaron a la clase personas que no pueden hacer presencialidad por distintos motivos. Por la distancia, porque tienen alguna cercanía con personas de riesgo, o porque no quieren estar en contacto en lugares presenciales. Continué todo el año pasado e inclusive este año con un grupo de clases de yoga por zoom que se armó a través de la pandemia más estricta del 2020. Eso fue muy posibilitador porque antes no lo había pensado, ni había imaginado la posibilidad de continuar, eso se dio a través del deseo y la necesidad de algunas personas que estaban tomando las clases y quisieron mantener la práctica a través de la virtualidad”, cuenta Soledad.
La crueldad del espacio cerrado
Si bien la pandemia ha permitido a las y los artistas repensar las formas de moverse y conectarse haciendo su mejor trabajo intelectual para poder buscarle una vuelta más a esta coyuntura, lo cierto es que el cierre de las salas independientes, teatros y de todo espacio cultural ha sido un cimbronazo que no cesa y que, aunque se entiende por lo compleja de la situación sanitaria, preocupa mucho al sector. El trabajo de Soledad no es la excepción, dos obras tenía en escena el año pasado, Estar sentados lo menos posible y La Quemada fueron suspendidas. “Teníamos programadas varias fechas y esas posibilidades se cortaron como se paró toda la actividad del sector que hasta ahora seguimos en una situación muy delicada, muy precaria. Es una pena todo ese parate de los espacios culturales y de las salas de teatro independiente porque son fuente de trabajo de mucha gente y quedaron relegadas. Fueron lo último que volvieron y ahora nuevamente estamos en un parate, en una situación muy delicada para este sector. Somos muchas las personas que sostenemos la cultura, que producimos bienes culturales para la ciudad, sin desestimar la crisis sanitaria ni las medidas que se toman para aplacar los contagios en este momento, pero lo cierto es que las restricciones fueron totalmente asimétricas para cada sector. La manera de poder hacer frente a esto es colectivamente, y se están sucediendo diferentes acciones de colectivos de artistas de todas las disciplinas para hacer frente a esta situación. Vamos a ver como siguen estos meses, porque este año es un gran interrogante”, define Soledad.
Este 2021 había comenzado con cierta ilusión de tener un contexto un poco más alentador que el año anterior, pero lamentablemente el sistema de salud está a tope. Las clases comenzaron, pero en algunos lugares fueron interrumpidas. “Este año en el estudio donde trabajo volvimos con las clases presenciales, con los protocolos, la limitación de los cupos en el espacio. Toda esta modalidad fue adaptable a los espacios y a las personas, con toda la tolerancia y las ganas de volver a encontrarnos asumimos las responsabilidades cada uno. Lo que entiendo y siento respecto a los artistas independientes, por lo menos de Rosario, es que tenemos desde siempre la capacidad de adaptarnos, es una gimnasia eterna de adaptarnos a las distintas posibilidades que hay. Lo que está sucediendo ahora es muy contundente porque al cierre de actividades y la no presencialidad en las salas de teatro es imposible darle una vuelta, a poder tener alguna expectativa respecto de este año, por lo menos ahora en este invierno que entra no parece ser muy alentador, todo lo contrario. Siento, veo y asumimos todos que es un momento muy difícil para este sector que se encuentra en un estado de fragilidad y vulnerabilidad”, concluye Soledad.