El dominó de la pasión

Como hormigas atraídas por la golosina que cayó al piso, el domingo, luego de casi 3 horas agónicas y desde distintos lugares de la ciudad, el corazón nos tiraba para congregarnos alrededor del espacio más representativo y llamativo de Rosario, el Monumento a la Bandera. El tránsito era denso pero organizado gracias a esa electricidad adrenalínica que nos corría por el cuerpo y así fuimos haciendo los recorridos ondulantes y posibles para llegar a la nave. El camino era una fiesta. El trayecto albiceleste lleno de bocinas, espuma, risas, vuvuzelas y cantos hacían del sentimiento y la pasión un virus contagioso. Nadie quedaba afuera. El espacio invitaba a ser parte.

Ph Josefina Baridón

Incluso de los puntos más alejados del centro de la ciudad comenzaron las caminatas a modo de cardumen, que se iban agrandando al paso, a veces un poco más lento y con menos equilibrios individuales. Se conformaban coros con abrazos en canon y efusivos con quienes se cruzaban y se ensancharon las hileras marcadas por la cuadrícula de las calles rosarinas hasta el horizonte del río en el parque nacional a la Bandera. De a pié, en bicicletas, que se iban atando por el camino, motos y autos, que se vieron obligados a detener su marcha lejos del punto de encuentro, pues les peatones tomamos las calles, aceras y veredas en igual medida sin dejar espacio a la circulación habitual.

 

En el monumento, una danza colectiva se arma, un lugar para el pogo en el centro donde los saltos al unísono levantan la tierra del parque. El sol estaba a pleno, algunas nubes hicieron ver en el cielo nuestra bandera y la sombra de los edificios daba un respiro. 

Se formaron pasillos entre camisetas que ondeaban colgadas, a modo de perchero improvisado, para la venta y mesas con banderas, gorros y más camisetas. Estos senderos hacían de ruta pactada tácitamente por la multitud que recorría de una punta a la otra las calles que rodean el monumento y el parque nacional a la bandera. Algunes trepaban hasta lo más alto que se podía en semáforos, techos y árboles para agitar la bandera. El folclore argentino es conocido por sus picardías en el mundo, por su desfachatez y por su capacidad de lucha. 

 

El paisaje sonoro lo conformaban no solo las voces de la multitud con los cantos que sabíamos, estaban sucediendo en diferentes puntos del planeta a coro, por momentos se sumaba el heladero, el “Para Elisa” amplificado, “cerveeeza 500 pe” acompañados de los platillos y bombos de quienes agitaban el baile.

Ph Josefina Baridón

Pero la danza empezó antes. La danza, como síntoma patognomónico de la celebración, del goce y de la alegría, empezó con las olas de la tribuna. Empezó con los festejos de los goles al ritmo de “un flow demasiado argentino”. Empezó con el salto magistral de Julián. Empezó con el movimiento de hombros y cadera del Dibu. Siguió en el meneo en los vestidores de los futbolistas argentinos. Se daba en las esquinas de la ciudad cuando las chicas aprovechaban los semáforos en rojo para perrear enfrente de los autos que agitaban el baile. Se sentía en la marea del pogo y el calor del encuentro en la calle.

 

Ese movimiento que nos encuentra, nos identifica y nos recuerda que hablamos el mismo idioma; que compartimos, al menos por unos días, la misma suerte. Y como en cualquier fiesta popular nos recordamos bailando con gente desconocida. Ya días previos los vestuarios con colores composé al cielo se paseaban por las calles como parte de nuestro orgullo identitario.

 

Quienes lo deseamos nos sentimos campeonxs, les argentines de acá o de cualquier parte del mundo decidimos ser parte del festejo colectivo más popular. Cantamos a coro mujeres, hombres, niñes y viejes los mantras de «muchaaachooos» y «abuela lalala«. Fuimos parte de ese colectivo que tomaba vino con coca en una botella cortada, vimos a nuestres niñes jugando con botellitas de plástico. Fuimos parte de las lágrimas, abrazos apretados con les presentes y el recuerdo de les ausentes. De los “te amo” y “sos el mejor del mundo” en redes sociales. De las miradas, las energías y brujerías dirigidas en cada partido.

Ph Josefina Baridón

Miles de veces hemos dicho, ¿qué mirá bobo? gil, ¿qué mirás? ¡Andá payá bobo!, no invadas mi espacio personal… y entre esta multitud no fue la excepción. Así como Messi que ya no dejó que le falten el respeto y respondió. Nosotras ya no nos quedamos calladas. Saltamos ante esa amiga a la que le tocaron el culo en el monumento. Repudiamos el abuso hacia Lali en la tribuna de la cancha, la posible ejecución del futbolista iraní Amir Nasr-Azadani tras participar en las protestas en favor de los derechos de las mujeres en su país, a Thiago Almada uno de los jugadores de la selección argentina imputado en diciembre de 2020 por abuso sexual agravado con acceso carnal y abuso grupal, la canción futbolera que hace referencia a la vida privada de Mbappé, la publicación de @mujeresquenofuerontapa contando las denuncias por violencia de genero y el temor a que aumenten si perdía argentina. Y ya no es lo mismo. La historia va cambiando. Tuvimos a la primera mujer, nuestra y argentina, en comentar un mundial de fútbol masculino, Angela Lerena. Tuvimos a la primera árbitra en un campeonato del mundo, Stéphanie Frappart. El presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociación, Gianni Infantino, anunció la Copa Mundial de Clubes Femenina de la FIFA y la Copa Mundial de Futsal Femenina de la FIFA. 

Las piezas se van moviendo, unas a otras y es así, que tenemos la alegría de decir que disidencias, abuelas no abuelas, mujeres y niñas también copamos las calles y fuimos protagonistas de esta fiesta mundial.

 

 

Ph Josefina Baridón @normal1.8

 

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