29 de abril, crónica de un libro bailado

¿Me concede esta pieza? 

Llegar al espacio de la biblioteca Argentina y encontrarme ese patio majestuoso repleto de cuerpos danzantes fue mágico. 

Llegaron desde la esquina y yo estaba con una compañera que se fumaba un pucho, llegaron desde la esquina, ya venían destilando ese «qué sé yo» del bailar. Se colaron por la puerta, se habrían camino por el centro del jardín, mezcla de estilos de movimientos, de sensaciones. 

Entramos al recinto, asépticas paredes blancas y dos o tres estanterías de libros con lomos de colores gastados que no querían desprenderse del lugar. 

Se armó un escenario, no era posible ver lo que ocurría en él porque la gente abundaba y la altura no es mi fuerte. Me encontré con un señor que estaba grabando en su celular y de puntitas podía ver en la pantallita lo que estaba pasando. No me importó tanto no poder haber visto todo lo que pasó, podía ver la danza del público abriéndole pasó a les bailarines. Vi la danza de las risas cuándo empezó la música fuera de tiempo y las balerinas todavía no estaban listas. 

foto mariana terrile

Proyectaron videodanza en un paredón, quedé hipnotizade varios minutos por un caleidoscopio de manos y pies entremedio de cuadros. Gracias Rediv

Comienzan los discursos. 

Bailar no solo es montar una coreografía, ni presentar o improvisar, a veces bailar es escribir, es recordar, es plasmar ahí en ese cuerpo tuyo que ahora es papel, nuevas reflexiones, nuevos conceptos, nuevos caminos. 

Bailar es lucha y goce, es resistir a la quietud, es resistir el movimiento o a la poética. Danzar es pelear por nuestro reconocimiento como trabajadores por nuestro lugar como creadores de nuevas o viejas o resignificadas formas de saber. 

 

foto Mariana Terrile

Ph Mariana Terrile

Foto de portada Fernanda Vallejos

 

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