Danzar con otras.

Danzar con otras.

ESCRIBEN: Adela Secall Corvalán y Claudia Gasparini.

 

Si algo es transversal a los procesos de investigación en danza son sus registros, notas del trabajo transitado y las sensaciones que dejan esos encuentros, aún o mejor dicho, también, en la virtualidad.
Les dejamos aquí con las palabras de quienes escriben al respecto de un proyecto de danza inclusiva creado por profesionales de la música, danza, cine, teatro y producción audiovisual, en el que se reunieron “telepáticamente” siete mujeres -con y sin discapacidad- de cinco países diferentes para la creación en residencia virtual de MUJERES PARA LA OTRA DANZA.

Bailar con otras es irrumpir en lo cotidiano. Inventar. Meterse en una caja y bailar la locura de la mudanza o el amor por el mar y el agua. Descubrir en todo las danzas de lo mínimo, del día a día y hacer crecer su materialidad al ponerle nuestra atención.

 

¿Cómo tocar un cactus? ¿Cómo se usa la palabra PUTA en tu país? ¿Comes el puré o bailas al comer puré? Esa comida es tu baile y tu escenario. Las chicharras suenan igual en tu boca y nos movemos por los cuadraditos de las ventanas contando nuestros movimientos. Contando de contar cuentos, no de contar números. 

 

Y si no te lo digo, no sabrás quién es bailarina, cineasta o música. Ni te enterarás, si no te muestro, quién está en dos pies, en uno, en silla, viendo o sin ver. 

 

Un baile que al hacerse se cuenta y un cuento que va hilando las danzas, enhebrado con mil preguntas uniendo retazos de pieles arrugadas, lisas, ¿perfumadas? ¿El olor de cada una será igual para las demás? ¿Cómo les cuento mi olor? ¿Cómo reinterpretar el olor imaginado de los otros cuerpos en mi danza-ventana?

 

Siete mujeres, la mayoría no se conocen entre sí. Siete cuerpos, historias y funcionamientos diversos en cinco países. Una invitación a crear en residencia. Una propuesta de danza accesible desde los aportes de múltiples disciplinas. «Mujeres para la otra danza» fue en principio una residencia de creación, pero con el material resultante de ese proceso creamos una videodanza documental accesible. Nos invitamos a participar en un proceso de creación telemático cuando ya había pasado el confinamiento.

¿Cuáles son las razones por las que juntarse virtualmente cuando las condiciones sanitarias permitían hacerlo presencial? ¿Por qué no convocar a compañeras más cercanas? La respuesta es política: la convocatoria debe ser virtual por razones de distancia, económicas y de género, que todas se resumen en la última. Si nuestra actividad fuera valorada desde el parámetro de la masculinidad (y por lo tanto estuviera mejor remunerada o se tendría en consideración dentro del presupuesto las tareas de cuidado), las siete podrían viajar por dos semanas a cualquier parte porque alguien más se ocuparía de los niños, los padres enfermos o podrían contratar su asistente personal.

Para esta invitación a «Mujeres para la otra danza», quienes elegíamos las propuestas de investigación/creación sabíamos que no era posible centrar toda la en sesiones sincrónicas, considerando las diferencias horarias entre países y las actividades cotidianas. Por lo tanto, esta residencia debía transformarse en algo más para poder funcionar. Por lo general, una residencia de creación se enfoca en crear, dejando de lado lo cotidiano, en un lugar y una propuesta que no involucra lo doméstico (más que para las propias artistas en todo caso: organizarse para la comida y cosas así). Nada de horarios escolares, vacunas o ropa para lavar. Sin embargo, aquí seguimos en casa, en el hotel, en el avión o donde sea que estemos, pidiendo gas cuando se acaba y enfrentando la nieve, organizándonos para estar en un lugar con señal el día del encuentro, lidiando con complicaciones en el divorcio, lamentando la pérdida de familiares, asistiendo a funciones y haciendo todo lo que hacemos cada día. Por lo tanto, tuvimos que crear en nuestras propias residencias. Era necesario encontrar una forma de trabajo que fuera práctica y equitativa en términos de participación. Finalmente, fue inevitable: creamos un grupo de WhatsApp ¡otro más! al que llegaba una propuesta de juego cada lunes y que duró las cuatro semanas previas al primer encuentro sincrónico.

Como dice una de las directoras, «La incorporación de elementos y objetos de nuestra cotidianidad a la danza no fue un capricho, es que no había otra opción. Recuerdo que en otras propuestas, durante el trabajo creativo, no podíamos mencionar o exponer jamás un problema o acontecimiento doméstico. Es un alivio que hoy, en los grupos de creación, podamos abordar estos temas, incluso pensar en cómo encontrar nuevas formas y métodos para procesos creativos que nos permitan no ser indiferentes a la realidad doméstica, hablando no solo del ámbito práctico de tiempos y espacios, sino también de la manera en que los colectivos y grupos artísticos se relacionan».

Los encuentros sincrónicos también fueron cuatro. Fueron un fermento que nació y creció de manera natural y orgánica a partir de nuestros activismos: feminismo, accesibilidad y diversidad funcional. «No propusimos temas, sino juegos. Y nos dejamos llevar», continúa la directora. «Es entonces cuando empiezan a ocurrir cosas que son, creo, muy características de los grupos de mujeres, como compartir vivencias personales, cotidianas, domésticas y hitos de la vida que cada una plasmó en su danza a través de imágenes, canciones, sonidos, musicalidades y descripciones con palabras».

Elementos que permitieron la participación de mujeres en las actividades:

-Una propuesta amplia.

-No se requiere una explicación detallada. Lo que cada una entiende es lo que hace, lo que permite la posibilidad de desobedecer.

-La capacidad de seguir una idea y profundizar en ella o explorar diferentes temas. La riqueza está en la diversidad: mientras algunos temas se repiten, otros aparecen y desaparecen.

-La posibilidad de retomar algo que sucedió y establecer una nueva relación con algo propuesto por otra compañera.

 

Es importante considerar la accesibilidad en la invitación y en lo que se presenta desde su creación. Aunque el material se transforme, contiene elementos para su traducción.

Es fundamental recordar que todas podemos bailar, independientemente de si fuimos convocadas al proyecto como bailarinas, artistas plásticas o audiovisuales, todas podemos bailar, cada una con su propia danza. Es un enfoque político hacia la danza, la creación y el arte. Todas nos percibimos como cuerpos danzantes, incluso aquellas que bailamos en nuestro mundo imaginario. Para eso estaba la otra compañera del grupo, para mover el cuerpo por la otra, para las demás, para describir y convertir su danza en danza hablada.

 

Otro aspecto político importante de Mujeres para la otra danza fue el intento de alejarnos del concepto capitalista de trabajo y producción. Insistimos constantemente en respetar los tiempos de las demás, empatizando con la vida y el trabajo doméstico, incorporando esas realidades a la producción y respetando los tiempos y espacios que cada una necesitaba para estar presente en la danza misma.

 

Adriana, una de las participantes, expresa: «Para mí, bailar en mi hogar también significaba compartir con mis compañeras una gran cantidad de sensaciones y experiencias nuevas. Aunque cada una de nosotras estuviera en una parte diferente del planeta, sentía su compañía a través de sus voces, sonidos y descripciones de sus bailes. Aunque no pudiera verlas a través de la pantalla, podía sentir su presencia y expresión en cada movimiento que hacían.”

 

Siete mujeres*, cada una en un lugar del mundo, para danzar a la distancia. Descubriendo en las diversidades la expresión natural de la (otra) danza. Aquella que ocurre cuando nosotras, las mujeres, nos juntamos. 

* Estas mujeres artistas son: Adela Secall Corvalán y Ximena Quirós Peters, Chile. Jenny Chinchilla, El Salvador. Adriana Gomez y Claudia Gasparini. Argentina. Mercedes Fink Brau, España. Mariel Henry Rojo.

Adela Secall Corvalan 

@adelasecall

 

Chile Actriz – Artes Escénicas y Audiovisuales, producciones televisivas, teatro, danza y performance. Actualmente dirige RE- MOVER, proyecto que propone y se desenvuelve en trabajos sobre arte e inclusión. Explora en video danza en estilo libre, indagando en fusiones de documental, cortometraje, y movimiento corporal. 

 

Claudia Gasparini

@andares_danzainclusiva

 

Profesora de danza inclusiva, master teacher del método DanceAbility. Coordinadora del grupo ANDARES desde el año 2011. Publicó en 2019 el libro Puertas Abiertas sobre danza, inclusión y pedagogía.

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